09 September 2012

The British Museum

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Ir a Londres significa una visita al British Museum, en parte porque es gratis y así se puede huir del sol o de la lluvia y en parte porque alberga varias obras que se tienen que ver por lo menos una vez en la vida. Tiene varios puntos en común con el Louvre, entre ellos los períodos cronológicos que cubre y la diversidad en los orígenes de las obras. Pero se diferencia de su competencia francesa en que no se hacen tres horas de fila para entrar, se debe pagar por tener un mapa y el British Museum no pone tanto énfasis en los recorridos express donde se resaltan únicamente las obras que son parte de la cultura popular, a pesar que tiene muchas de ellas. Entre los grandes éxitos del museo están la piedra de Roseta, fragmentos del friso del Partenón, esculturas de la isla de Pascua, momias y esculturas egipcias y mis predilectas, las esculturas gigantescas de los hombres-toro alados mesopotámicos.

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Después de haber estado en el Louvre sí se siente un ligero déjà-vu al rodearte de todos esos objetos de culturas antiguas, aunque en un espacio distinto. Uno no puede evitar preguntarse sobre la ética de haber extraído esas obras de sus contextos originales y haberlas repartido entre los grandes museos occidentales. Y eso discutíamos cuando llegamos a las salas del Partenón, donde justamente ofrecen un brochure explicativo sobre cómo esos fragmentos llegaron a Inglaterra y por qué no los han devuelto a Grecia. La razón que siempre se da en estos casos es que las obras llegaron al occidente por azares de la historia y se quedaron porque los países de origen no tienen los recursos para darles un adecuado mantenimiento o incluso una situación política que garantice su bienestar. A pesar de eso, no podía dejar de pensar en lo injusto que sería tener que viajar por todo el mundo para ver estelas mayas de Copán. Y por una gran casualidad, hablaba de eso cuando justamente bajando unas gradas vi unas estelas que me parecían demasiado conocidas. Leí que eran de Copán y me sentí muy enojada hasta que supe que sólo eran unas reproducciones en yeso. Es realmente contradictorio, porque estos museos dan la oportunidad de acceder a obras que difícilmente se podrían ver en su lugar de origen sin tener que invertir mucho tiempo y dinero en viajes, pero al mismo tiempo, al sacarlas de allí se dificulta el trabajo a los historiadores locales y se despoja a los nacionales de piezas que forman su identidad. Supongo que es un debate justificado, pero no uno en el que se vaya a llegar a un consenso.

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El museo no se quedó fuera de las festividades olímpicas y tenían en exposición medallas de oro como las que ganaron los atletas en esa época. Y me gustó que tuviera varias salas temáticas como una dedicada a los relojes o al dinero. Las salas asiáticas eran muy lujosas, casi sospechosamente lujosas, pero es que habían sido hechas con el patrocinio de empresas extranjeras.

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Al final, el British Museum es como el Louvre en su dimensión colosal que requiere de múltiples visitas, también en el hecho que los dos edificios tienen remodelaciones de arquitectos contemporáneos importantes, en este caso Norman Foster en el salón central, y en que en ambos se tiene un atisbo del planeta entero en un solo lugar, como si fueran malls de la cultura. Pero en Londres si se quiere comer en Mc Donald’s se tiene que salir del museo y no lo digo como un reproche al Louvre. Dios sabe que ya he comido allí sin sentir culpa.


Going to London means a visit to the British Museum, in part because it’s free and that way you can escape the sun or the rain and in part because it houses many artworks that you just have to see at least once in your life. It has many things in common with the Louvre, among them the chronological periods they cover and the diversity in the origins of the pieces. But it is different from its French competition in the fact that you don’t have to stand in line for three hours in order to get in, you have to pay if you want a map and the British do not put much emphasis in the express visits where only the works that are part of popular culture are highlighted, in spite of the fact that it has many of them. Amongst the museum’s greatest hits you can find the Rosetta stone, fragments from the frieze of the Parthenon, sculptures from Easter Island, Egyptian mummies and sculptures, and my favorite ones, the giant Mesopotamian human-headed winged bulls.

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After having visited the Louvre you do get a light sense of déjà-vu when being surrounded by all these objects from ancient civilizations, even though they’re placed in a different setting. You cannot help but wonder about the ethics of extracting all those pieces from their original context and distributing them between the great occidental museums. That’s exactly what we were discussing when we reached the Parthenon rooms, where coincidently there are brochures explaining how those fragments came to England and why they haven’t been returned to Greece. The reason they always give in these situations is that the artworks arrived to the West by the hazards of history and they stayed because in their country of origin they don’t have the resources to properly maintain them or they have such a political situation that they cannot guarantee their well-being. In spite of this, I couldn’t stop thinking of how unfair it would be to have to travel across the world to see Mayan stelae from Copán. And in a great coincidence, I was saying this when we were going down a staircase leading up to two very familiar stelae. I read that they were from Copán and I got very angry until I found out they were just plaster casts. It’s really contradictory because these museums give you access to artworks that you would need a lot of time and money to visit in their place of origin, but at the same time, when they are outside of it becomes difficult for local historians to study them and the nations are robbed from pieces that are part of their identity. I guess this is a justified debate, but not one in which a consensus will ever be reached.

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The museum was not spared from the Olympic festivities and it exhibited gold medals like the ones they were giving to athletes at the time. I also liked the themed rooms such as one devoted to clocks and another to money. The Asian rooms where very luxurious, almost suspiciously luxurious, but in fact they were built with the help of foreign companies.

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In the end, the British Museum is like the Louvre in its colossal dimension that requires multiple visits, also in the fact both buildings have renovations from important contemporary architects, in this case Norman Foster in the Great Court, and in the fact that in both museums you have a peak of the entire planet in just one place, as if they were malls of culture. But in London if you want to eat in Mc Donald’s you have to go outside of the Museum, and I don’t mean this as a complaint of the Louvre. God knows I’ve eaten there without feeling guilty at all.

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