11 March 2012

“Life is what happens to you while you're busy making other plans.”

Levantarme a las siete de la mañana. Quedarme diez minutos oscilando entre el sueño y la consciencia. Meditar por veinte minutos. Tomar una ducha de duración variable dependiendo si es día de lavarse el pelo o no. Desayunar un kiwi y un plato de cereal con leche de soya, leyendo el libro de etiqueta de Emily Post. Tomar el tranvía a las ocho y media, preferiblemente sentada, leyendo el libro de turno. Preparar el primer café en la oficina, seguido de dos horas de trabajo. Pausa para el yogurt, una mandarina y el segundo café. Dos horas más de trabajo. Regresar a la casa y preparar almuerzo. Almorzar viendo “Friends”. Arreglar la cocina. Hibernación de duración variable con “Gilmore Girls”, que termina obligatoriamente a las tres de la tarde. Trabajo en la monografía, dependiendo de lo que se tenga pendiente: leer, resumir, escribir correos, hacer llamadas, ir a los Archivos, hacer entrevistas. Preparar cena. Cenar viendo “Scènes de ménages”. Arreglar la cocina. Estudiar para el TOEFL. Escribir para el blog. Leer el libro de turno. Meditar veinte minutos. Tratar de dormir antes de medianoche.

He tenido muy pocos días de esos desde que comenzó este año, tal vez ninguno. Uno de esos días realmente productivos, dedicados, en los que la atención se focaliza en un punto y siento que subo un peldaño para llegar a mi meta final.

Siempre me siento triste cuando un día así termina; siento que he trabajado, que he sido eficiente, pero que no he vivido. Una parte de mí entiende que esos días son necesarios: necesito avanzar en mi monografía, necesito buscar algo qué hacer después de este verano, necesito crear la Gran Obra que justifica mi vida y nada de todo eso va a ser posible si no hay orden, disciplina y perseverancia. Pero tanta estructura me deja vacía y sin inspiración. He descubierto que en realidad detesto esos días ordenados en los que sé todo lo que va a pasar. Hoy terminaron dos semanas en las que, o no hice planes en lo absoluto, o lo que se planeó se hizo a su propio ritmo y en su propio orden. No los puedo hacer regresar y ya los extraño. Siento angustia de imaginarme cuatro meses de régimen militar autoimpuesto: quiero mi desorden, que me hagan olvidar mi agenda, no quiero usar reloj, ni tener obligaciones. Encerrarme en mi cuarto todo el día y no rendirle cuentas a nadie. Encerrarme en mi cuarto todo el día porque no necesito nada del mundo exterior.


Get up in the morning at seven o’ clock. Remain ten minutes oscillating between sleep and consciousness. Meditate for twenty minutes. Take a shower of variable duration depending if it is a day of washing my hair or not. Have for breakfast a kiwi and a bowl of cereal with soy milk, while reading Emily Post’s etiquette book. Take the tram at eight thirty, preferably sitting, reading the current book. Prepare the first coffee at the office, followed by two hours straight of work. Pause for a yogurt, a tangerine and the second coffee. Two more hours of work. Come back home and prepare lunch. Have lunch while watching “Friends”. Clean up the kitchen. Hibernation of variable duration with “Gilmore girls” that must end at three o’clock. Work in the master’s thesis, depending of what is in the agenda: reading, summarizing, writing e-mails, making phone calls, going to the Archives, making interviews. Make dinner. Have dinner while watching “Scènes de ménages”. Clean up the kitchen. Study for the TOEFL. Write for the blog. Read the current book. Meditate twenty minutes. Try to sleep before midnight.

I have had few days like these since this year has begun, maybe none at all. One of these really productive days, dedicated, in which the attention focalizes in one point and I feel like I climb one step to get to my final destination.

I always feel sad when a day like that finishes; I feel that I have worked, that I have been efficient, but that I have not lived. A part of me understands that those days are necessary: I need to advance in my thesis, I need to look for something to do after this summer, I need to create the Great Work that justifies my life and none of this will be possible if there is no order, discipline and perseverance. But so much structure leaves me empty and without inspiration. I have discovered that, actually, I hate those organized days when I know everything that is going to happen. Today marked the end of two weeks in which I either made no plans at all or everything that was planned was done in its own rhythm and order. I can’t make them come back and I miss them already. I feel anguish just imagining four months of self-imposed military regime: I want my mess, to forget my agenda, I don’t want to use my watch, I don’t want to have any obligations. To be locked up in my room all day and not having to answer to anyone. To be locked up in my room all day because I don’t need anything else from the outside world.

Post a Comment