17 September 2011

El pelo en la sopa

Hoy fuimos brevemente con unos amigos a las “Jornadas del Patrimonio”, donde entre toda la variedad de actividades, animaciones y lugares artístico/históricos que se podían visitar fuimos al Grand Théâtre, un lugar que nunca antes había visto por dentro. El edificio en sí es espectacular, pero tenían también una exposición de disfraces de obras de teatro muy famosas, así que el disfrute fue doble. Luego fuimos a la Galería de Bellas Artes donde están en exposición pinturas de Poussin sobre la vida de Moisés y su equivalente en tapicería, que me dejaron completamente boquiabierta por su tamaño (eran mil veces más grandes de lo que pensaba) pero eran aún más hermosas en vivo que en las pobres fotos que había visto antes. Mis acompañantes no estaban tan impresionados, supongo que de veras las mentes científicas tienen otros intereses. Pero si en teoría en algo todos podemos estar de acuerdo es en la comida, o por lo menos eso creía yo. Dos personas de nuestro grupo eran vietnamitas y fuimos a un restaurante que servía comida de su país pero que ellos nunca habían probado antes. Si algo aprendí de Taiwán es a pedir recomendaciones y comí algo que ellos dijeron que era su plato favorito. Yo estaba fascinada, practicando comer con palillos y saboreando lo diferente que esa comida puede ser de la china o taiwanesa que he probado hasta entonces, pero creo que era la única en ese estado celestial. A los vietnamitas en cuestión los dejó menos que impresionados, otros terminaron con dolores y otros prefirieron encontrar el entretenimiento lejos de la comida: jugando con los palillos.

Al terminar una parte del grupo se iba a una fiesta, otra a tomarse un trago a un bar y como el restaurante queda cerca de un cine al que voy habitualmente no podía dejar de pensar en las tres películas que me muero por ver pero nunca encuentro con quién (“Bridesmaids”, “La piel que habito” y “La guerre est déclarée”). Ni la fiesta ni las cervezas me parecían buenas razones para sencillamente regresar a mi casa y terminar la quinta temporada de “30 rock” o el último episodio de “True Blood”, pero sí Almodóvar. Me despedí de todos y me fui a ver mi película por mi cuenta. No es la primera vez que me toca ir al cine porque no hay nadie disponible o porque no entienden mi elección. Para la salida de “Melancholia” ni me molesté en preguntar, me fui a la primera tanda el primer día al hermoso cine instalado en una antigua iglesia en la plaza Camille Julian. Y empecé a notar que no era la única que iba a esos eventos sola. De hecho, ese día la mayoría en el cine no eran parejas o grupos de amigos, había varias ancianas, señoras y hasta algunas muchachas jóvenes que se sentaron solas y se fueron por su cuenta también. Lo mismo me pasaba con las charlas de la Asociación de los Amigos de los Museos: al final me tocaba ir sola porque me imagino que a todos les daba depresión tener los mismos gustos de un montón de viejitos que iban a las conferencias a dormir. Y lo mismo se seguirá repitiendo. En octubre se viene el concierto de Tori Amos y no tengo a nadie con quien ir a verla, pero me sentiría increíblemente estúpida si me pierdo a mi cantante favorita sólo porque me falta alguien con quien ir a gritar como desquiciada. Esa fue la razón por la que no fui a ver a Joanna Newsom cuando vino a Bordeaux y no pasa día que no me arrepiente. En Honduras jamás hubiera ido al cine, al teatro o a un museo sola, no sólo porque no se acostumbra, sino porque aún sin el novio me las hubiera ingeniado para ir con alguien, aunque no tuviera los mismos gustos, aunque tuviera que fingir de manera extraordinaria algo de interés. Es de una crueldad increíble estar en un lugar repleto de exposiciones, conciertos, conferencias, restaurantes, cafés y tantas cosas interesantes que ver, hacer, oír y probar y no tener nadie con quien disfrutarlas.

Salí de la película, que me encantó por cierto, y empezó a llover. Caminando por la calle que empieza con la puerta de Dijeaux me puse a pensar en que pesa más, el país o las personas. En qué pasaría si me dijeran que me puedo quedar a vivir en Europa, pero que nunca más volvería a ver a mi familia, a mis amigos ni a mi novio, que probablemente me quedaría absolutamente sola porque las pocas personas que considero mis amigos se terminarían yendo y porque creo que es más fácil que me parta un rayo que volver a encontrar a una persona que no requiera un esfuerzo titánico de mi parte pasar tiempo con ella y que no me hace sentir que tengo que sacrificar lo que me gusta y ceder todo el tiempo si es que quiero estar acompañada. Me preguntaba si tener el trabajo de mis sueños y vivir en la ciudad de mis sueños sería suficiente para ser feliz o si necesariamente tendría que tener gente alrededor para sentirme satisfecha. Llegué incluso a cuestionarme –en un vergonzoso desliz- si acaso era positivo que me estuviera convirtiendo en una de esas mujeres sobre-educadas que porque saben tanto y son tan exigentes nunca encuentran un hombre que esté a su altura y terminan con gatos como compañía. Maldije a todas las parejas que caminaban cerca de mí y llegué a la Catedral donde pensé que al final de cuentas, igual de sola me sentí en Honduras por mucho tiempo y que no tenía nada de las distracciones, las posibilidades y la tranquilidad que tengo aquí. Y me dije que por muy huraña que sea, por muy exigente o snob, algún día tengo que encontrar a alguien, no puede ser que no exista alguien, una tan sola persona que quiera ir al cine conmigo, aunque sean películas “de autor”, que me quiera acompañar a ver telas pintadas con personajes bíblicos, que se emocione por haber probado la salsa de pescado típica de Vietnam.

Me subí al tranvía y casi que me arrepentí al instante. La lluvia había espantado a todos los borrachos de las calles para meterlos al transporte público y por borrachos entiéndase los estudiantes recién llegados. Los que gritan, cantan y saltan a pesar de estar comprimidos en un espacio minúsculo y sin ventilación resultaron ser los más agradables. Detrás de mí estaba sentada una chica escuchando música con audífonos cuando en un momento uno de esos borrachos se sentó a su lado. Al rato la veo levantarse y ponerse casi al lado mío y el tipejo en cuestión empieza a contar a los cuatro vientos que a la chava se le había caído el cobertor del celular y que esperaba que él se lo recogiera. Empezó a decir estupideces como qué se creía la chava, que él no era su sirviente, que ella tenía manos para hacerlo sola, que ni siquiera estaba tan bonita, que él no se subía al tranvía a coquetear. Como la chava no le contestaba y de seguro por su físico, el chavo habrá pensado que era extranjera y empezó a contar la misma historia en inglés y en español masticados, con toda la intención de burlarse de ella enfrente suyo. La chava trataba de guardar su compostura y en cuanto pudo se sentó lejos de ellos, pero llegó a un punto el que el tipo era tan insoportable que otra muchacha empezó a decirle que era un patán por hostigar a una chava que estaba sola. El tipo empezó a pelearse con ella también diciéndole que no se metiera en los asuntos de otros y yo no sé si fue la película que estuvo muy violenta, pero lo único que yo quería hacer era derramarle el gel antibacterial que cargo en mi cartera en los ojos de semejante imbécil. Me dio tanto pesar no poder hablar tan bien francés como para decirle que era una gran mierda como quiero pensar que se lo hubiera dicho si esto hubiera pasado en un país hispano-hablante. Y regresé a mi casa, mientras pensaba que cierto, aquí hay edificios del siglo XVIII, Jornadas del Patrimonio, películas de autor, pero aquí también hay borrachos malcriados misóginos y racistas. ¿Por qué siempre hay algo que no encaja?

                                                                          

Today we went briefly to the “European Heritage Days”, where amongst all the variety of activities, animations and artistic and historical places we could visit we went to the Grand Théâtre, a place I’ve never seen before from the inside. The building in itself is spectacular, but it also had an exhibition of costumes from many famous theater plays, so the pleasure was double. Then we went to the Fine Arts Gallery where they are showing paintings from Poussin about Moses’ life and their equivalent in tapestry that left me speechless because of their size (they were a thousand times bigger than I imagined) but they were even prettier in real life than in the sad little pictures I had seen before. My companions were less than impressed; I guess scientific minds really do have different interests. But in theory, if we could all agree on something it could be food, or at least that’s what I thought. Two people from our group were Vietnamese and we went to a restaurant that served food from their country but one they had never tried before. If I learned something from Taiwan was to ask for recommendations and I had something they told me to be their favorite dish. I was fascinated, practicing eating with chopsticks and enjoying how different that food could be from the Chinese and Taiwanese I have had before, but I think I was the only one on that heavenly state. The Vietnamese were less than thrilled, others ended up with pains and others found the entertainment away from the food: playing with the chopsticks.

When we finished a part of the group went to a party, others to a bar to drink something and since the restaurant is near a movie theater I go to frequently I couldn’t stop thinking about the three movies I’m currently dying to see but I never have someone to go with (“Bridesmaids”, “La piel que habito” and “La guerre est déclarée”). Neither the party nor the beers seemed like reasons enough not to just go back home and finish the fifth season of “30 rock” or the last episode of “True Blood”, but Almodóvar was. I said goodbye to all of them and went to see my movie by myself. It’s not the first time I go to a movie alone because there is no one available or because they don’t understand my choice. For the release of “Melancholia” I didn’t even bother to ask, I just went to the first screening on the first day on the beautiful theater located in an old church in Place Camille Julian. And there I started to notice that I was not the only one going to these things alone. In fact, that day, most of the people there were not couples or groups of friends, they were many old ladies, middle-aged woman and even some young girls that sat alone and went by themselves at the end. The same thing kept happening to me in the Friends of the Museums conferences: I always ended up going by myself because everyone thought it was depressing to have the same tastes as a bunch of old people who go to these conferences to sleep. And the same thing will keep on happening. In October there is the Tori Amos’ concert and I have no one to come with me but I will feel incredibly stupid to miss my favorite singer just because I don’t have someone to scream like a crazy person with. That was the reason I missed Joanna Newsom’s concert here in Bordeaux and not a day goes by without me regretting it. In Honduras I would have never gone to the movies, the theater or a museum by myself, not just because it’s not usual there, but also because, even without the boyfriend, I would have managed to find someone to come with me, that even without the same tastes, at least could feign some interest. It is an extraordinary cruelty to be in a place packed with exhibitions, concerts, conferences, restaurants, cafés, and so many interesting things to see, do, hear and taste, and no one to enjoy them with.

I left the movie, which I loved by the way, and it started to rain. Walking on the street that begins with the Porte de Dijeaux I got to wonder what is more important, the country or the people. In what would happen if they told me I could stay in Europe forever but that I could never see my family, my friends or my boyfriend again, and that I would probably remain completely alone because the few people I consider my friends would end up leaving and because I think it’s easier for me to get struck by lightning that finding again someone who does not require titanic efforts from my part in order to spend time with him and with whom I don’t have to sacrifice what I like and compromise all the time if I want to have some company. I was asking myself if having the job of my dreams and living in the city of my dreams was enough for me to be happy or if would necessarily need other people around to feel satisfied. I even questioned –in an embarrassing lapse- if it was a positive thing for me to be turning into one of those over-educated women that because they know so much and have such high standards they never find a guy who is good enough for them and end up with cats as company. I cursed the couples walking nearby and reached the Cathedral where I thought that in the end, I felt just as alone in Honduras for a very long time and there I had none of the distractions, possibilities and calm I have here. And I said to myself that even if I am grumpy, demanding and snob, someday I have to find someone, it’s not possible that I can’t find someone, just one person who wants to go to the movies with me, even if they are “author films”, that want to go see painted rugs with biblical characters on them, that gets excited for tasting typical Vietnamese fish sauce.

I got on the tramway and I regretted it almost instantly. The rain had scared away all the drunks from the streets to push them into the public transportation, and by drunks I mean the recently-arrived students. Those who yell, sing and jump, in spite of being condensed in a tiny space with no ventilation, turned out to be the nice ones. Sitting behind me there was a girl listening to music with her earphones on when suddenly one of those drunks sat next to her. Next thing I see is her getting up and standing almost next to me and the guy began to tell, very loudly, that the girl had dropped her cell-phone cover and had waited for the guy to pick it up and give it to her. He started saying stupid things like who that girl thought she was, that he was not her servant, that she herself had hands to pick it up, that she was not even that pretty, that he didn’t take the tram to flirt. But since the girl didn’t respond and surely because of her appearance the guy must have thought that she was a foreigner and began to tell the same story in broken English and Spanish, with every intention to make fun of her, in front of her. The girl was trying to remain composed but as soon as she could she sat far away, but the situation reached a point where another girl had to tell the guy he was a jerk for bullying a girl on her own. The guy started to fight with her, telling her to mind her own business and I don’t know if the movie was too violent but the only thing I wanted to do was to throw the antibacterial gel I keep on my purse on the guy’s face. I thought it was a shame that I can’t speak French that well to have been able to tell him how much of a shit he was, as I would like to think that I would have told him if this would have happened in a Spanish-speaking country. And I came back home, while I thought that it’s true, here there are XVIIIth century buildings, Heritage Days, author’s films, but there are also racist misogynists rude drunks. What is there always something that doesn’t fit?

4 comments

  1. Anonymous3:57 AM

    Fuerte!!! Triste no poder tener todo lo que queremos en donde lo queremos... Palabras con un triste sabor

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  2. Anonymous3:59 AM

    Fuerte!!! Triste no poder tener todo lo que queremos en donde lo queremos... Palabras con un triste sabor

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  3. Marce, creo que estamos en la misma sintonia estos dias... :( No sabes lo igual que me siento. A veces quisiera irme corriendo de aqui, pero temo dejar de un solo todo esto que he vivido durante estos ultimos 4 años. Algun dia, alguien nos entendera.

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  4. Marcela,
    Espero q estes bien vos, me llamo bastante la atencion tu post.

    Entiendo la paradoja que vivis aca. Creo que la imagen que nos "vendieron" de este pais dista mucho de la realidad cotidiana. Si, Francia es un pais de civilizacion y cultura, pero que solo se encuentra en los museos y en las bibliotecas. Y tengo la impresion que conocia mas gente culta e interesante "alla" en Honduras que aqui mismo.
    En fin, todo es relativo y cuestion de expectativas - al venir a Francia me esperaba con ser sorprendido y estar dentro de un gran movimiento cultural y humano. Como en tu caso, no fue asi. La vida cotidiana es monotona, y la gente a primera impresion puede resultar gris y fria sobre todo. Y hay imbeciles, como en todas partes. Al cabo de un rato me acostumbre, y he llegado a la conclusion de que la publicidad y autopromocion de ciertas elites sobre su propio pais -pienso en la gente del LFH- no tiene relacion con la realidad de su pueblo.
    Francia es magnifica por todas las actividades culturales. Es un pais rico en muchos sentidos mas. Eso si, acostumbrate en un inicio a aprovechar eso por tu propia cuenta, sin compartir. Lo de la compañia llegara tarde o temprano, de manera inesperada. Y por experiencia propia, tenes que hacer esfuerzos para transformarte. Es duro admitirlo, pero para sentirme bien en Francia, tuve que abandonar parte de mi identidad "hondureña" y volverme frances. Este pais no integra muy bien, te obliga a asimilarte.

    Cuidate y suerte, ciao
    -Silvio-

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