27 August 2011

Janfusun Fancyworld

Uno de los días que más disfruté con mi familia de acogida fue cuando visitamos con las chicas el parque de diversiones Janfusun (pronúnciese parecido a “chan-fu-sen”). Las dos niñas en mi familia eran Coco de catorce años y Jennifer, su prima de quince. Las dos eran pura ternura y siempre me moría de risa con sus ocurrencias. Para este paseo nos acompañó Ana Cristina, cuyas imágenes profesionales superan de lejos mis pobres intentos de documentación, así que recomiendo que visiten su blog del evento.

Janfusun, uno de los principales lugares turísticos del condado de Yunlin, es un parque de diversiones muy al estilo de Disneyland, pero que se apoya únicamente en sus atracciones más que en personajes animados específicos. Sin embargo, ambos tienen en común que recrean escenarios de varios países y los reúnen en un solo lugar. También, al igual que Disney, es un paraíso infantil, donde uno puede jugar hasta el cansancio, comer chucherías y dulces hasta entrar en coma diabético o subirse a tantas montañas rusas y hasta sufrir un paro cardíaco. Pero Janfusun se distingue del parque estadounidense en el hecho que está incrustado en medio de las montañas y tiene unas vistas impresionantes de la región que te hacen sentir en un mundo idílico, donde sólo te rodean caricaturas orientales y la naturaleza (además, no hay que hacer horas de filas sólo para subirse a una atracción!). Es gigantesco y casi ocho horas de recorrerlo sin descanso estuvieron lejos de ser suficientes para conocerlo por completo. Las chicas lo conocían de memoria y ni siquiera podían recordar cuántas veces han ido hasta ahora ya que el parque es gratis para los habitantes de Yunlin. Así que ellas fueron nuestras guías en los principales juegos.

Al principio empezamos con mucho entusiasmo, subiéndonos a una montaña rusa espantosa, con vista a las montañas y con unas pendientes que me hicieron dudar seriamente si saldría viva para contar esto. Traté de guardar la compostura diciéndome que no podía ser posible que las niñas estuvieran completamente serenas y yo estuviera cercana al ataque de pánico, pero voy a hacer una confesión: luego de echar un vistazo al vacío desde lo más alto de la montaña, cuando el carrito empezó a bajar a toda velocidad grité como loca y cerré los ojos. Además, tuve la pésima idea de usar un collar súper largo que casi se me soltó con la caída, pero en medio de la conmoción fui capaz de retenerlo, demostrando que aún cercana a la muerte me rehúso a perder mis joyas.

Para el juego en que las sillas giran horizontalmente alrededor de un eje, además de verticalmente, traté de abrir los ojos, pero luego me arrepentí de haberle aceptado, minutos antes, unos churritos de papa a Jennifer porque el estómago se me revolvió todo. Tratamos de tomarnos las cosas con más calma subiéndonos a la rueda de Chicago más alta de Taiwán, apta para la gente mayor ya que iba tan lento que no era necesario que se detuviera para subir a las personas. Luego de otro descanso con helado turco entramos a una sección del parque que es bajo techo y del que resalta una bóveda que es en realidad una pantalla LED gigantesca. Jugamos como niñas pequeñas en la parte de las pelotas suavecitas que eran tiradas al aire por bombas y que uno podía disparar desde ametralladoras de juguete en el segundo piso. Cuando salimos al exterior de nuevo el calor era tan abrasador que no pudimos evitar ir a una montaña rusa acuática, donde era inevitable salir empapado al final. De todas formas, el sol era tal que nos secamos en menos de 10 minutos, a tiempo para subirnos a un barco que se balanceaba en el aire y luego para almorzar en una de las miles de cafeterías y restaurantes que tiene el parque. Más tarde tuvimos una excelente vista de la parte acuática del conjunto, con todo y piscina de olas y playas artificiales cuando nos subimos en un trencito que recorría los alrededores. Y concluimos nuestra visita en el museo del café que tenía tres pisos, pero que nuestras energías nos permitieron ver uno nada más. Teníamos muchas ganas de ver la nueva atracción llamada “Horrorwood” pero era el único juego completamente lleno y la fila se tardaría al menos 45 minutos en avanzar. Quiero creer que tendré una nueva oportunidad de regresar y volver a la infancia al estilo de Taiwán.
                                                                 
One of the days I enjoyed the most with my host family was when we went with the girls to the Janfusun amusement park. The girls in my family were Coco who was fourteen years old and Jennifer, her fifteen year old cousin. Both were very sweet and I always had a very good time with them. For this trip we were accompanied by Ana Cristina, whose professional images overshadow by far my poor attempts at documentation, so I strongly recommend visiting her blog.

Janfusun, one of the main tourist places in the Yunlin County, is an amusement park very much in the Disneyworld style, but who relies mainly in its attractions more than in specific animated characters. Nonetheless, they both have in common that they recreate scenarios from many countries and put them together in one place. Also, like Disney, it is a kid’s paradise, where one can play until exhaustion, eat junk food and candy until suffering from sugar coma and can get onto as many roller coasters as necessary until having as stroke. But Janfusun distinguishes itself from the American park in the fact that it’s in the midst of mountains and has breathtaking views of the region, making you feel in an idyllic world, surrounded by oriental cartoons and nature (besides, you don’t have to make hour long lines to get on one of the attractions!). It’s immense and almost eight hours of walking through it were not even close enough to get to know it entirely. The girls were not even able to recall how many times they’ve been so far, since the park is free for Yunlin natives, so they were our guides in the main attractions.

In the beginning we started with much enthusiasm, getting on an awful rollercoaster with mountain views and steep slopes that made me seriously doubt I would get through it alive to tell about it. I tried to compose myself by thinking that it couldn’t be possible that the girls were absolutely calm and that I was close to having panic attacks, but I’ll make a confession: after taking at glance at the void from the highest point of the mountain, when the car began to come down at maximum speed, I cried like a lunatic and closed my eyes. Besides, I had the bad idea of using a very long necklace that almost fell off with the ride, but in the middle of the commotion I was able to hold onto it, demonstrating that even close to death I refuse to lose my jewelry.

For the attraction in which chairs turn around horizontally around an axe as well as vertically, I tried to open my eyes, but then I regretted taking some potato chips from Jennifer just a few moments before: my stomach was a whole mess. We tried to take things slowly after that getting on Taiwan’s tallest Ferris wheel, acceptable for everyone because it’s so slow that it doesn’t even need to stop for people to get on it. After another break with Turkish ice cream we went into an indoors area where a huge vault made of a LED screen stands out. We played like little children in the part with the soft balls that were thrown in the air by some pumps, and where you could even shoot them with some toy machine guns from the second floor. When we went back outside, the heat was so strong that we couldn’t help getting on an aquatic rollercoaster, where it was inevitable to get soaked wet at the end. Anyway, the sun was such that ten minutes later we were dry again, just in time to get on a boat that swung in the air and then to have lunch in one of the thousand of cafeterias and restaurants that can be found there. Later we got a spectacular view of the park’s aquatic section, with swimming pools with waves and artificial beaches while riding a little train that surrounded the ensemble. And we concluded our trip with a brief visit of the coffee museum that was three stories high, but our energies were enough just for one of them. We were really looking forward to seeing “Horrorwood” the new attraction, but it was the only place with a long waiting line that was would have taken at least forty-five minutes. I want to believe that I’ll get a new chance to come back and relive my childhood, Taiwanese-style.

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