17 April 2010

The Joy of Designing

Diseñar es de esas cosas que no sabía que extrañaba tanto hasta que tuve la oportunidad de hacerlo de nuevo después de mucho tiempo. Es terrible pensarlo, pero llevo más de un año desde entonces. Mi último proyecto original fue la remodelación de la facultad de Medicina de la UNAH y ese fue un proyecto colectivo, así que mi última gran idea en solitario fue seguramente mi edificio de Taller 3 que estaba totalmente subordinado a requerimientos estructurales más que a caprichos de la forma.

Es una verdadera lástima que hayan tantas distracciones opacando las clases de Diseño en la universidad, realmente subvaloré esas clases. Para empezar hay tiempo, que aunque en el momento no parece de sobra, en comparación al que se dispone en la vida real parece ser una eternidad. Uno puede investigar, encontrar inspiración en proyectos de grandes arquitectos, crear un concepto a partir de algún movimiento o principio teórico. Los maestros te asignan proyectos inverosímiles y justamente por eso son buenos para hacerte entender que un buen arquitecto no es el que lo sabe todo de entrada, sino aquel capaz de hacer una búsqueda exhaustiva de las necesidades de los usuarios y que puede ponerse en sus zapatos para imaginar qué pueden llegar a requerir y cómo se puede mejorar su experiencia. Las revisiones con los profesores son relativamente agradables, dependiendo de los involucrados en cuestión, pero en general siempre tratan de hacerte dar más de lo que vos te creías capaz de producir, en un buen sentido. La lealtad siempre está en el proyecto y en que este sea un reflejo fidedigno de la personalidad e idiosincrasia del estudiante y muy pocas veces se piensa en limitantes económicas, mucho menos en complacer a otras personas que pueden llegar a intervenir, modificar y hasta destrozar la idea original.

En el mundo exterior no es que no haya teoría que valga, pero tiene un tiempo muy limitado para hacer su aparición. Más vale que ese concepto se venga rápido ya que diseñar pierde súbitamente todo su romanticismo. Las horas, días o semanas que antes se dedicaban a esperar a la musa de los estudiantes de arquitectura se convierte en un molesto papeleo que precede al desarrollo constructivo, que es el importante, para luego ponerse manos a la obra y empezar a construir. Entran en juego las restricciones de dinero y la enorme e inexplicable preferencia de los mortales por vivir dentro de pasteles de boda sólidos, con molduritas y colochitos y otra serie de inventos extranjeros asquerosos que quieren copiar de alguna revista.

Sin embargo, es lo más divertido que existe en la profesión. Se está inventando algo que nunca antes había existido y que jamás se podrá repetir. Uno tiene la oportunidad de ser creativo, de imaginarse cómo podría vivir o funcionar la gente en ese espacio. Se están tomando decisiones que afectarán el futuro y las interacciones de una familia, una colonia, una ciudad. No puedo describir con exactitud lo contrastante de encontrarme en un espacio rodeado de personas con ocupaciones aburridas, llenas de números, cuentas y flujos de caja, de las cuales nunca van a salir por el resto de sus vidas, mientras yo me sumergía en un espacio alterno donde no existía el tiempo ni los ruidos externos porque yo estaba en mi propio mundo, creando combinaciones de fachaleta de ladrillo, tejas color verde y concreto blanco a partir de las formas de Tetris.

Es hasta ahora que entiendo que la verdadera motivación para presentar un proyecto de manera llamativa es la posibilidad de ver construidas esas ideas que están en el papel. Y es que sumando al hecho que ahora lo primordial es saber dibujar a computadora estaba el rotundo fiasco que fueron las clases de Expresión Gráfica que llevé en la universidad. Las técnicas cavernarias, los profesores que no pueden transmitir sus ideas, contagiar un poco de entusiasmo o siquiera explicar concretamente lo que quieren, fueron suficientes para que yo olvidara cualquier formación en artes plásticas que tenía antes de maleducarme en el mundo de la academia. Pero ahora es diferente: la construcción es casi palpable si es que logro convencer que mi proyecto es rentable y atractivo. Para esto no hay dolor en sacrificar horas de descanso, es difícilmente trabajo.

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