04 January 2010

Ghosts of Marcela's past

Conocí a una Marcela de 20 años que vino a buscarme pidiendo consejos para aplicar a becas para estudiar una licenciatura en Francia. Las primeras etapas del interrogatorio mostraron un panorama desalentador: sin haberse graduado de un colegio con orientación europea no cuenta con el obligatorio bachillerato francés, y tampoco tiene diplomas que acrediten que maneja el idioma en niveles aceptables para las universidades. En estos momentos se encuentra en los primeros años de una carrera que no entendí muy bien para qué sirve y estudia en una universidad privada. Todo eso me pareció curioso y hasta algo sospechoso, ¿por qué quería irse ahora, sabiendo que en cualquier lado tendría que comenzar desde cero, dejando de lado todo el esfuerzo y la inversión que ya se había hecho aquí? Poco a poco fui descubriendo que tiene algunos conflictos de disciplina en la universidad y al parecer en su casa también ya que, a causa de ciertas razones políticas y personales, le habían impedido irse a estudiar a un país donde le había surgido una oportunidad, que luego se canceló.

Ella tenía conocimiento de la novia del hermano de un cuñado, o algo así, que se había ido a Francia como niñera y que había sido acogida por una familia tan maravillosa que se quedó con ellos mientras estudiaba. No conocía en persona a la muchacha en cuestión, pero seguir su ejemplo le parecía una buena opción. Mientras platicábamos se me ocurrió entrar a la página de la organización que maneja esos intercambios peculiares y cuando leí el inciso sobre “estar dispuesto a realizar labores domésticas y de limpieza ligera” casi me caigo al piso. Le pregunté que cuál sería su reacción si ella tuviera una hija y, pudiendo darle casa, comida y educación en su país, la niña estuviera tan obstinada en viajar que no le importaría irse como empleada doméstica a Europa (que no tiene nada de malo, pero tomemos en cuenta que ella tiene alternativas que está rechazando por pura inmadurez). Le expliqué que sin tener una referencia directa de experiencias de personas que ya hayan pasado por ese proceso no puede ilusionarse esperando cosas que tal vez no sean lo que parecen. Estando lejos de casa no hay garantías de su seguridad, sin mencionar el hecho que estaría desperdiciando tiempo valioso de la etapa de estudio para cuidar niños ajenos. Su respuesta fue que ella es de mente abierta.

¿Por qué mejor no termina de estudiar aquí la licenciatura para luego buscar opciones de maestría, que son más abundantes y serían más provechosas para ella a largo plazo? Después de todo, aquí hay jóvenes graduándose antes de los 20 años, ganando experiencia laboral rápidamente y por ende convirtiéndose en mejores candidatos que ella para una beca. ¿A qué edad se piensa graduar? ¿Cuál es el plan de su vida? Además, aunque la previamente mencionada oportunidad de estudio se hubiera presentado, ¿cómo va a irse, desobedeciendo a sus papás, construyendo su futuro en semejante base de discordia? Tarde o temprano tendría que regresar a Honduras, aunque sea de vacaciones, ¿en qué estado quedarían esas relaciones?
Me escuchaba diciendo todas esas cosas, que fueron exactamente las mismas razones que me truncaron cuando yo estaba en su lugar. Me sentía incómoda, casi hipócrita, porque yo entiendo la terquedad de la cual ella no quiere salir, esa frustración eterna, ese deseo de escapar y de sentir que uno pudo haber aspirado a más y que otros te están quitando esas oportunidades. Pero juro que yo le daba mis explicaciones con la mejor intención posible: la niña está obviamente bajo el dominio de malas influencias y le faltan muchos años para madurar y estar lista para salir al mundo laboral nacional, mucho más para el extranjero. Pero sobretodo no le deseo que se estanque en esa idea de que aquí no hay nada, de que debe salir para encontrarse. Aún así, me cae mal darle la razón a los que no supieron manejar cosas que nunca antes se les habían presentado. Más que tener razón, las cosas salieron bien porque no iba a permitir lo contrario. Y sigo insistiendo en que mucho de un argumento tiene que ver con el método para convencer o para terminar imponiéndose.

Días después, conocí a otra Marcela, esta de 15 años, quien vive en exactamente las mismas condiciones que yo a esa edad. La niña era encantadora, y me encantaba recordar gracias a ella los dramas del colegio, las compañeras, las idas al mall, entre otras cosas. Pero pasadas las cosas bonitas, quería olvidar esa época, justamente por todo lo que ella acababa de vivir que a mí me pasó también. No fui muy alentadora: las cosas no mejoran con los años. Se van ganando ciertas libertades ya que llega un punto en que es virtualmente imposible que te controlen las 24 horas del día, pero nunca se detiene la doble vida que es la única que permite que uno no pierda la cordura.

Esos encuentros con el pasado proyectado en otras personas me recordaron lo que me dice alguien que asegura que no cambiaría nada de su vida. Realmente no hay forma en que hubiera actuado diferente, aunque a mí sí me hubiera gustado que todo fuera distinto. Pero entiendo que no hubiera sido posible, no en las condiciones, el contexto, con las personas involucradas. Si tan sólo hubiera tenido a una persona 9 o 4 años mayor que pudiera ser de confianza y con quien pudiera hablar, creo que eso hubiera sido una enorme mejoría. Sólo me queda buscar a la Marcela del futuro para que me oriente.

6 comments

  1. Saludos y feliz año nuevo. Sólo quería anunciar que mi blog "El castillo de if" cambió de nombre y dirección. Nos seguimos leyendo en:

    http://ellibrode-manuel.blogspot.com/

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  2. Gracias Manuel! Voy a actualizar el link ahorita mismo.

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  3. Y feliz año a vos también!

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  4. Yo trato de ser el Yo del futuro para todos los Yo del pasado que me encuentro. Te invito a explorar eso como una posibilidad de retribución, que también te da mucha experiencia. Un inmenso abrazo. Se te quiere mucho,

    dz

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  5. Me encantó este post Marce... Está muy bueno la verdad...

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  6. Muchas gracias Gaby!!

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