29 October 2009

El eterno lenguaje de la adolescencia

Hace poco escuché en una película que el colegio nunca se termina y me quedé pensando en cómo el tiempo sigue avanzando en la vida real aunque mentalmente uno sigue estancado en esa época gloriosa, o no tan gloriosa pero sí emocionante. Personalmente no tengo que irme muy lejos para recordar cómo era mi vida a los 17 años, vivo en el mismo lugar, con las mismas personas, en condiciones que no han cambiado mucho, con casi los mismos amigos y hasta los mismos horarios para llegar tarde, pero siempre me parece curioso imaginar qué es tener unos cuantos años menos otra vez.

No logro distinguir entre lo que pertenece a un cliché mediático elaborado por los canales de cable para homogenizar la experiencia de crecer y lo que realmente es parte integral del desarrollo de una persona, pero por más insignificante que uno sea antes de los 20 años, uno se siente el protagonista de una historia maravillosa que todo el mundo debería conocer. Como buen protagonista se necesitan de personajes de fondo en base a los cuales uno va a resaltar: las amigas-cacatúas. Uno es medio despistado y no se siente particularmente atractivo, pero al compararse con las amigas todo se vuelve peor ya que ellas elevan los estándares de belleza y de cuidado personal. Son esas compañeras las que te enseñan que hay que vestirse bien, oler decentemente y aprender de una buena vez por todas a delinearse los ojos para simular que uno está bien despierto y no atontado por las hormonas. Uno camina en grupos, como pandillas callejeras femeninas y para acercarse a una los tipos deben aprender a manipular a la manada. Esas amistades no terminan siendo significativas o provechosas a largo plazo: las amigas en la adolescencia son los distractores que ayudan a botar el tiempo hasta que finalmente alguien se fija en uno.

Por supuesto que es la edad de tener una relación disfuncional con los padres. Por disfuncional no necesariamente me refiero a representaciones dramáticas, con gritos y golpes de puertas, también se incluye la extrañeza de no tener nada de qué platicar con ellos, la necesidad de llevar una doble vida (la que parece exteriormente y lo que sucede realmente), y el hecho de que uno puede pasar encerrado en casa por días sin necesariamente verse la cara.

Pero lo más característico de ser una adolescente es que uno quiere validarse a través de una relación con un chico maravilloso que finalmente posa su mirada en el pobre espécimen de mujer que uno se siente a esa edad. La tendencia a idealizar es inevitable, es aberrante incluso, uno termina creyendo que cualquier situación, por muy conflictiva que sea, es mejor que estar solo. Y se sucumbe al encanto del muchacho de turno, que a veces resulta ser genuinamente especial, otras termina siendo un patán, o peor, un vampiro.

Así que, ¿por qué leer Twilight? Bueno, no hay posibilidades de volver al pasado y enmendar todos esos errores que la inexperiencia y la ingenuidad nos hizo cometer, pero tal vez, sólo tal vez es posible mejorar lo que se piensa de la adolescencia leyendo sobre personas que han sufrido más en ella.

5 comments

  1. Me gustò èste post!

    (...)

    Saludos :D

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  2. Jajajajajaja, gracias Daniela! Selena fue una buena adición, ¿qué pensás?? ;)

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  3. Claro que sí...

    Amor prohibido murmuran por las calles porque somos de distintas sociedades...

    El (...) significa tanto jajajajaja... he leído el post 4 veces y me sigue dando risa xD

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  4. Te cuento por qué escogí esta canción: resulta que en el colegio hacíamos pijamadas con mis compañeras, en la azotea de la casa de una de ellas. Como a las 5 o 6 de la mañana, salíamos a la terraza a cantar a todo pulmón canciones de Selena para despertar a los vecinos. Eran buenos tiempos. Selena rules \m/

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  5. Jajajajaja, pobres vecinos!

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