26 July 2009

Los ritos de transición

Creo que voy a graduarme en la ceremonia de septiembre. La decisión la tomo después de meses de proclamar a los cuatro vientos que los discursos y la asoleada no me interesan, sólo ese papel que finalmente me va a servir para los trámites de la próxima etapa de mi vida. Pero tal vez me estaría saltando un importante rito al no hacerlo; tal vez las transiciones son celebradas por alguna razón. Para ser una mujer, siempre me he enorgullecido de ser práctica, de tener los pies puestos sobre la tierra y no hacerme ilusiones inútiles sobre las cosas. Es por eso que a los novios siempre les digo que las bodas, con toda la parafernalia religiosa y la extravagante fiesta, me parecen risibles, un gasto exorbitante de dinero que podría invertirse en algo que realmente valga la pena. No está de más decir que a los hombres les encanta oír eso, por alguna extraña razón. Los cambios me parecían la celebración en sí, ¿para qué hacer algo más?

Pero he aprendido a respetar los rituales. Empecé con el velorio y el entierro de mi abuela, que si bien estuvieron llenos de conflictos dentro de la familia, reunieron a tanta gente que la conoció y que la quiso que casi estuvieron a la altura que ella merecía. Éramos muchas personas caminando por Juticalpa detrás de su féretro, tantas que el tráfico vehicular se paralizó como si la ciudad misma estuviera rindiéndole tributo. Hoy me tocó ir al velorio, la misa y el entierro de una amiga de mi madre. Antes de la muerte de mi abuela huía de todas estas cosas, avergonzada de no saber qué hacer o decir en esos momentos o cómo reaccionar ante los familiares. Ahora entiendo que lo importante es estar allí y mostrar respeto con la sola presencia; por muy incómodo que sea es aún peor no hacerlo y además es justo que al final de la vida de alguien se le muestre respeto.

En una de esas coincidencias extrañas hoy celebraba su cumpleaños un amigo que, aunque conozco hace poco, ha sido de las personas que más han impactado mi vida últimamente. Celebramos con una buena platicada: he sido muy afortunada en conocerlo y ha enriquecido tanto mi vida que lo menos que puedo hacer es ir a su casa a mostrar que es importante para mí. Lo mismo fue este año en mi cumpleaños: quería reunir a mis amigos para festejar que he sobrevivido 12 meses más y que estar con ellos me hace feliz. Podría no haber hecho la fiesta, pero entonces no tendría en la memoria la excelente reunión y la mojada que nos dimos.

Hace poco fui a casa de una muy buena amiga mía, y me quedé sola por un segundo en la sala donde había una foto de su hermano recién graduado de la universidad, posando en toga con el título y rodeado de su familia. “Mis papás no van a tener eso”, pensé, “Peor aún, yo no voy a tener eso. He superado seis años de clases, cinco meses de práctica y dos meses de trámites y mi celebración va a ser una señora malcriada de Registro tirándome un cartón a través de unas rejas de metal. Mis recuerdos van a ser una cena en cualquier lugar que no va a variar mucho de las que solemos hacer con mis amigos normalmente.” Por un tiempo me decía que si no lograba graduarme antes de los 24 años no merecía celebrar, que ese iba a ser mi castigo por no haber cumplido mis metas en el tiempo que me había propuesto. Hice todo lo que estaba a mi alcance: milagrosamente terminé las prácticas en el tiempo justo para redactar los informes y presentarlos, me tomé las fotos, reuní los papeles, practicaba visualizaciones, todas la mañanas y noches leía afirmaciones que cargaba en mi billetera, que puse en el espejo en el que me miraba todos los días para arreglarme, en fin, el plan estaba en marcha… y la universidad se puso en huelga. Y tuve mi crisis habitual de estos casos: el mundo conspira en mi contra, nada de lo que hago es suficiente, ¿qué tengo que hacer para que las cosas salgan como yo quiera? Pero me engaño a mí misma: la verdad es que la mayoría de las cosas no han salido como alguna vez soñé que serían. No creo que valga la pena lamentarme o imaginarme qué hubiera pasado si… Sólo puedo trabajar con lo que tengo ahora. Y ahora quiero una foto con una toga. Me la merezco.

2 comments

  1. Te lo mereces Marcela encantadora :)

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  2. Te la merecés, y aunque posiblemetne nada de lo que viene es como lo quisiste, en el más positivo de los sentidos, this is just the beggining :D fasten your seatbelt

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