29 March 2009

tell me what you don't like about the city

Tengo semanas de querer hacer una reseña formal de los finales de temporada de The City y Nip/Tuck, pero es apropiado que me haya tardado tanto en darme ánimos para escribir sobre tan tediosos episodios que pulularon sin pena ni gloria y sin que nadie se haya inmutado siquiera ante su partida. Empecemos por Nip/Tuck: esos últimos 7 episodios de esta quinta temporada se sintieron como una larga disculpa por el sobre dramatismo de los primeros 15 debido a aquel horrible personaje que se hacía pasar por una agente y mataba tipos para rellenarlos como peluches de felpa. Creo que todo mundo respiró de alivio cuando Sean la acuchilló salvajemente, una catarsis necesaria para las nuevas historias un poquito más calmadas pero siempre inmorales. Sean se hace pasar por una persona con discapacidad para obtener la simpatía de su familia y de sus alumnas de la universidad, y en un giro que no puedo creer que no se me haya ocurrido antes, a Christian le da cáncer de seno. Suena absurdo, pero a medida que va progresando la temporada uno realmente empieza a temer que Ryan Murphy finalmente haya perdido la razón y pueda realmente matar a uno de sus personajes principales. Christian es diagnosticado en fase terminal y le quedan 6 meses de vida. Ya no tiene nada que perder: trata de dejar sus asuntos en orden y pasar el tiempo que le queda con una mujer que quiere pero no le atrae, sólo porque sabe que será una buena madre para el hijo que va a dejar huérfano. Se casa con ella y cuando uno cree que la temporada va a terminar en una nota optimista sobre el futuro, se nos recuerda que existe una gran diferencia entre vivir como si fuera el último día de nuestra existencia porque tenemos certeza que no queda mucho tiempo o entre vivir normalmente: el doctor se equivocó, Christian no va a morir. Pero eso significa que no puede quedarse casado con Lizzie porque conociéndolo no va a tolerar vivir amarrado y menos con una mujer que no podría aparecer en ninguna portada de revista, y si la vuelve a tratar mal probablemente muera de todas formas bajo los efectos de la ira de una mujer que ya ha maltratado lo suficiente. Es un cliffhanger poderoso, pero modesto, sin sangre, disparos o revelaciones de transexualidad. Nos estamos haciendo muy viejos para esto.
Por otro lado, Whitney dejó a Los Angeles para irse a trabajar para la legendaria Diane Von Furstenberg. Olviden la inocencia de The Hills, Natasha Bedingfield es reemplazada por las tenebrosas Pussycat Dolls y todos aquellos que creían que jamás extrañarían la mirada vacía y la lentitud de Audrina sencillamente no han conocido a las horrendas integrantes de The City. Whitney vive temporalmente con Erin, una chavita muy bonita que proclama que lo ideal es andar con 4 tipos al mismo tiempo para así poder tener todo lo necesario de los hombres, y que se pone a trabajar, no porque lo necesite, sino porque ve que todas sus amigas lo hacen y qué aburrido no tener nadie con quien salir durante el día. Su otra amiga es Allie, una modelo que uno jura que es anoréxica por su aspecto cercano al filo de la muerte, pero que no ha de serlo porque si lo fuera no se hubiera enojado tanto cuando Kelly Cutrone sí tuvo el coraje de decirle que parece una. Allie vive eternamente engañada por Adam, su novio que también parece modelo cabeza hueca (y que me recuerda físicamente a alguien que conozco) porque el tipo es ultra ofrecido y ella es toda dependiente. Y luego está Olivia, una chava con mucho dinero y poca empatía hacia sus semejantes, que por más que Whitney llegue al trabajo con la intención de compartir sus problemas para que los discutan en lugar de hacer algo productivo, ella la manda a volar diciéndole que es una inmadura y que deje de chismear como si estuviera en secundaria, aunque no tiene problemas en quedarse con el crédito por el trabajo que hace Whitney y conseguir, gracias a eso, un ascenso que la llevará a trabajar a Londres. Olivia irrespeta atrozmente las reglas tácitas pero inquebrantables de un buen reality: hablar sobre uno mismo y sobre los demás. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo y seamos honestos, muchos lo hacemos de gratis. La única buena razón para ver programas tan malos es porque finalmente queda expuesta la tendencia de hablar una cosa de la gente y reaccionar de otra manera frente a ellas, o porque es un espacio donde no resulta mal visto diseccionar obsesivamente una mala relación con un peludo feo que se cree roquero. Cuando Olivia se rehúsa a discutir su vida personal o la de otros en televisión está irrespetando la institución más importante de la cultura occidental en los últimos diez años y nos hace extrañar desesperadamente a Lauren. La misma Diane juega bajo las reglas (ver el final de temporada), ¿quién se cree Olivia que es?
Y bueno, ahora que The Hills se va a convertir en The Heidi and Spencer show ya que Lauren ya se salió y Audrina va a hacer otro programa con el gurú Mark Burnett, probablemente sea hora de volver a leer por las noches. ¿Estaré madurando o será esta una mala etapa para la televisión? Sólo nos queda rogar porque mayo traiga buenos resultados para American Idol.



1 comment

  1. Es una malísima etapa de la televisión ¬¬

    Yo estoy casi desesperada por lo de DH :(

    No veré el show de ese hombre feo con su esposa tonta (...) Difícil de creer, pero extrañaré The Hills u.u

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