22 August 2008

“You are watching the History Channel, which means you are not happy with the present”

Umberto Eco dice que cada época tiene sus mitos: su generación tenía el mito del Hombre de Estado y la actual tiene el mito del Hombre de Televisión. Yo siempre he creído firmemente en dos cosas: la primera es la necesidad no sólo de estar enterado del acontecer presente, sino además de estar anclado en él, comprenderlo, compartirlo hasta donde nuestros valores lo permitan; dejar de idolatrar el pasado y ver las cosas como son, ahora. La segunda es que la única forma de superar un gusto que se ha degenerado en adicción es sucumbiendo a él en su máxima expresión. El control sólo genera más deseo y anticipación; es necesario atiborrarse de eso para dejarlo ir, empalagarse, sumergirse y llegar al punto en que mueres (y Darwin te puede decir que nunca fuiste apto en primer lugar) o te aburres y pasas a otra cosa. Así que mis dos convicciones se han mezclado enfermizamente en esa droga que llamamos televisión, y que no logro dejar desde hace muchos años por más que lo intente y sin importar la cantidad de tareas importantes que tenga que realizar. De hecho, esas tareas sólo me han dado razones para justificar mi vicio: “Como trabajo tanto merezco algo de descanso y distracción”, “Como mi trabajo es mecánico el ruido del televisor ayuda a que no me aburra o me duerma”.

En todo este tiempo, especialmente de universidad, las profundidades más tenebrosas que he alcanzado son, sin lugar a dudas, los programas de “realidad”. Los hay de todo tipo y podría dar una cátedra al respecto, pero esto no es una apología de este hábito. Los críticos más feroces de este género muchas veces no se han molestado en explorarlo correctamente y no puedo hacer otra cosa que no sea felicitarlos y exhortarlos a que sigan con sus vidas mientras puedan. Este es un trabajo sucio, alguien tiene que hacerlo y es mejor que sea alguien con horizontes amplios, nervios de acero y un alto umbral de asco y disgusto. Este escabroso tema no es para cualquiera. Sin embargo, el día de hoy no voy a glorificar los reality shows por el escapismo que representan o por su capacidad de elevar al estrellato al más mundano de los mortales. Por una vez tengo que decir que tengo miedo de verlos.

Aquellos que crecimos con programación que todavía requería del uso de escritores creativos y con algo de ingenio estamos acostumbrados a los diferentes matices y escenarios que puede tomar la eterna lucha entre el bien y el mal. El villano de cualquier tipo, ya sea Moon Ra, Gargamel o el lobo desempleado de la aldea del Arce, era siempre un individuo feo, detestable, evidentemente maligno, pero al final de cuentas inofensivo porque las deidades favorecían inevitablemente a su contraparte. El mundo se desequilibraba por 27 minutos pero regresaba a su estado natural en los últimos 3, y por eso dormíamos tranquilos esa noche sabiendo que mañana iba a ser otro día lleno de aventuras y alegrías. Pero si algo nos enseñó la pasada huelga del sindicato de escritores de Hollywood es que ahora el mundo es un lugar tenebroso todo el tiempo, donde nuevo valores reptan sigilosamente en la psique del televidente. Me disculpo por sonar como una anciana apocalíptica pero le doy la razón a Andre cuando en la final de “America’s most smartest model” dijo que no quería pensar en lo que significaba si VJ ganaba el concurso, en el mensaje que se iba a transmitir. VJ era un modelo que para ganarse los 100 mil dólares que lo acreditaban como el más inteligente de los modelos hizo trampa todo el tiempo, mentía, espiaba y usaba o perjudicaba a las personas a su antojo, con la plena conciencia de que lo estaba haciendo, que estaba siendo filmado mientras tanto y que la humanidad entera vería ese material después. La jueza principal del concurso no sólo estaba enterada de todo lo sucedido, de hecho premió al individuo con el primer lugar y lo felicitó por su “inteligencia”. Estaría desviándome del tema si cuestiono que la noción de inteligencia que ellos tenían era la de cuánto conocimiento de cultura general tenían sus participantes, que es sólo una mezcla de buena memoria y sentido común, pero ni siquiera pueden alegar que VJ hizo gala de su adaptación al medio porque para conseguir sus fines no se adaptó a él, lo destruyó por completo. Yo tampoco pude creer que él ganó y sólo por eso nunca usaría shampoo VO5, que él patrocina.

Como he dicho antes, yo veo “The Hills” y me encanta. Pero yo soy una mujer de 23 años que ha superado en su mayoría sus problemas de auto imagen. Gracias a documentales tétricos y episodios de “E! True Hollywood Story” estoy consciente del gasto obsceno y los riesgos desmesurados que representan las cirugías plásticas. Pero si a mis 14 años yo hubiera visto a una chava bonita y rica, con una vida lo suficientemente escandalosa como para aparecer en televisión, que se puso implantes de seno y se hizo una rinoplastia y que momentos antes de entrar al quirófano pensó “Dios mío. Yo podría morir por esto. No importa, habrá valido la pena. Prefiero no despertarme nunca más que verme cómo me veo ahora”, hasta yo hubiera tenido una visión completamente distorsionada de la realidad. Y me conmociono semana a semana de que no surja de la tierra ningún puño divino, algún rayo justiciero que triture o castigue a Heidi por ser lo que toda mujer no debe ser: superficial, busca-fama, traidora y dependiente de un hombre con cara de sapo.

Tampoco logro entender en lo absoluto el concepto de paternidad de las nuevas generaciones Mtv. Hombres y mujeres mayores, supuestamente maduros, que aceptan ser grabados y firman formularios de autorización para que continentes enteros los vean ser humillados por sus hijas maleducadas y desconsideradas en “My super sweet 16”. No se trata tanto de los gastos exorbitantes en la fiesta, el vestido y los regalos, sino más bien sobre cómo esas niñas son irrespetuosas en todos los sentidos y aún así consiguen el convertible del año al final. Si yo me atreviera a exhibir un 1% del descaro de esas mocosas sería fajeada, enviada a una escuela militar, nadie volvería a tener noticias mías en los próximos cinco años y me lo merecería. Y el otro programa en que los padres escogen posibles pretendientes para su hijo o hija porque detestan a su pareja actual me suena a un relato risible de ciencia ficción. El novio no deseado insulta –literalmente- a los señores la media hora que se tiene que sufrir viéndolos ver al otro en sus citas, y seamos sinceros, esto es casi una regresión a que el concepto de matrimonio arreglado sea aceptable otra vez. Traté de imaginarme hace 5 años, las cámaras de Mtv en mi sala, mis dos padres sentados, mi ex novio calladito y con cara de pollo comprado y yo saliendo con tipos con el sello de aprobación paterna. Hubiera sido el episodio más aburrido de la temporada.

Yo rogaba por justicia en la reunión de “I love New York” porque Bret Michaels en su show se había quedado con la chava correcta, pero después terminó con ella, y creía que el universo se iba a balancear haciendo que New York terminara con Tailor Made una vez terminado el programa. No que el arresto-en-espera de Buddha era el hombre ideal, pero por lo menos no habría quedado como héroe el lambiscón e interesado de su oponente. Pero así fue: se quedaron juntos. ¿Qué estamos diciendo como seres humanos? ¿Que es correcto ser tramposo mientras resultes ganador? ¿Adónde vamos a parar?

En mis años de escuela y mitad de secundaria tenía restringida la televisión a una hora diaria de lunes a jueves, libre los viernes y sábados y los domingos se prohibía después de las 7 de la noche. Y no teníamos cable. Probablemente mi adicción a la tele sea una manera de compensar por todo lo que no pude ver en esos años. Yo criticaba esa imposición alegando que tenía el criterio suficiente para no afectar mis responsabilidades por las distracciones, y eso estoy segura que lo podía hacer a esa y a cualquier edad. ¿Pero tenía el criterio para no convertirme en un monstruo como el que iba a acostumbrarme a ver en la pantalla todo el tiempo? Es la incógnita con la que tendré que vivir el resto de mi vida.

6 comments

  1. debieras tener un show, pero de comentarista. es demasiado divertido leer tus conclusiones. no supero lo del pollo comprado. :D

    stay tuned!

    dz

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  2. Sí... ya días estamos con la idea de armar un reality... sería taaaaaaaaan genial, taaaaaaan divertido. Hay que hacerlo para regresar a la tierra lo que se le ha quitado.

    "arresto-en-espera de Buddha" genial, hahahahahaah

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  3. Ayy Marcela, qué buena sos para hacer este tipo de críticas a cosas que nadie se molesta en hacer comentarios inteligentes acerca de ellos. Y tenés razón en absolutamente todo, a mi parecer. Y si no hubiera sido por Andre yo hubiera dejado de ver ese programa, empecé a tomarle cariño después de unos episodios jaja

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  4. Anonymous4:59 PM

    Me resulta muy interesante y entretenidamente ilustrador tus conclusiones esn este post, muy buenos jejeje.

    yo no soy seguidor de ningún RS, ya que sineramente me parecen un tanto detestables y no va con la cultura y loas buenos modales que me ha enseñado la buena televisión cuando era un pequeño mozalbete era... haaah!! El Tesoro del Saber, que buen programa era... Creo que el único RS que estoy siguiendo es el mío, con escenas abrumadoramente aburridas y los utimos capitulos ha surgido una bola de sentimientos encontrados, llegando al borde de la depresión (perdi mi camara, que mas puedo decir, quede sin ojos).

    Bueno, sigale con los comentarios que estaremos en sintonia por el mismo canal, a diferentes horas.

    Saludos Marcela.

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  5. Coincido con el título del artículo: a un trabajo alienante se corresponde un ocio evasivo. Y poco tiene que ver el pasado.
    En mi caso, digamos que sufro de la enfermedad opuesta: el médico me ha prohibido terminantemente ver la televisión, soy hipertenso y contemplar un minuto de noticiario, político mintiendo descaradamente, publicidad, o cualquier estulticia, me dispara la tensión arterial. ¿Cuál será la causa de mi exagerada reacción?

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